sábado, 27 de junio de 2009

Bolso de viajes cortos. por Mario Benedetti.

Volvemos con un poco de literatura del más grande, Mario Benedetti y uno de sus libros de cuentos cortos más brillante y sobrecogedor, Buzón de Tiempo, mi libro preferido.

Y es de este libro del que rescato uno de sus mejores relatos, uno de esos que son biblia de cabecera y parte ya de tanta gente.

Ya os iré colgando más relatos de esta joya porque es claririficador, profundo, sintético, mordaz y sencillamente perturbador.

Cuantos podremos recitarlo tristemente de memoria?

"
Querida: cuando me fui, cuando por fin decidí irme, porque ya no me era posible convivir con los antídotos del miedo, y sentía que de a poco iba odiando mis
esquinas predilectas o los árboles cabeceadores, y ya no tenía tiempo ni ganas de
guarecerme bajo la glorieta del barrio Flores, y los amigos de siempre comenzaron
a ser de nunca, y había más cadáveres en los basureros que en las funerarias,
entonces abrí el bolso de los viajes cortos (aunque sabía que éste iba a ser largo)
y empecé a meter en él recuerdos al azar, objetos insignificantes pero entrañables,
imágenes sintéticas de lo feliz, letras que juntándose narraban sufrimientos,
últimos abrazos en la primera frontera, atardeceres sin ángelus y con tableteos,
sonrisas que habían sido muecas y viceversa, desvanecimientos y corajes, en fin,
una antología de la hojarasca que el viento de la costumbre no había conseguido
borrar de la faz de la guerra.

Con ese bolso de los viajes cortos anduve por allá y más allá, por acá y más acá. De
vez en cuando trabajaba con las manos ágiles y los ojos secos, para ganarme el
pan, el vino, el techo y el colchón. Sin embargo, con el bolso de viajes cortos no
tenía una relación estrecha. Yo era consciente de que dormía en el fondo de un
armario, desvencijado por el tiempo y las polillas. Pero ¿a qué enfrentarme con un
asado en píldoras, unas nutrientes y otras envenenadas?

No obstante, algún domingo, cuando la soledad se volvía silencio insoportable,
sacaba el bolso del armario y extraía algún recuerdo; sólo uno por vez, para no
abrumarme. Así tuve en mis manos un libro que fue de cabecera y que debo haber
leído unas veinte veces, pero ahora me metí en varias de sus páginas y no me dijo
nada, no me preguntó ni respondió nada, me fue ajeno. Así que lo tiré.

Otro domingo rescaté una foto que se había vuelto sepia y allí estaban varios
personajes que ocuparon lugarcitos en mi vida. Dos de ellos estarán quién sabe
dónde; uno, se mantiene fiel a sí mismo; tres, encontraron cierta noche una
muerte con charreteras; dos más se volvieron con el tiempo finos, elegantes
delatores, y hoy gozan del respeto de la amnesia pública. El último soy yo, pero
también soy otro, casi no me reconozco, tal vez porque si me enfrento al espejo no
estoy en sepia. Después de todo, es una foto acabada, vencida. Así que la tiré.


Otro domingo extraje del bolso un reloj sumergible y antichoque. Es de una buena
marca suiza, pero estaba detenido en un crono/símbolo, o sea la hora, el minuto y
el segundo, en que abatieron en la calle a Venancio, vos sabés quién es, o sea que
ese tiempo fue mi Greenwich. ¿Para qué quiero un reloj que sólo cronometra y fija
la desgracia? Así que lo tiré.

Domingo a domingo fui vaciando el bolso: cortaplumas, lapiceras, gafas de sol,
recortes de diarios, tranquilizantes, agendas, pasaportes vencidos, más fotos,
cartas de amigos y enemigos. La verdad es que todo me fue pareciendo caduco,
inexpresivo, callado, inconexo, precario.

Sin embargo, ayer domingo metí otra vez mi mano en aquel pozo del pasado y la
mano vino con algo tuyo: tu pañuelo de seda azul, ese que en tres de las cuatro
estaciones te rodeaba el cuello lindo, joven, tan amado por mí. Ellos acabaron
contigo, y yo estoy insoportablemente solo. Te mataron en vez de matarme a mí.
Es duro admitir, carajo, que sos mi muerta suplente.

O sea que esta vez tiraré a la basura mi pobre bolso para viajes cortos y sólo conservaré tu pañuelo azul. Me quedaré contigo para el viaje largo."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojalá pudiéramos quedarnos con la poesía de Benedetti y olvidar todo lo demás

L3óN dijo...

Amén