viernes, 12 de diciembre de 2014

La música del silencio

Acto 1: La música del silencio

“Es con la boca plagada de llagas que quiero morder este SILENCIO, y llenarlo por fin de amaneceres, de otoño y de viento” empezó a escribir miles de veces, a todas horas hasta en las paredes. Analizar los silencios de forma minuciosa, en una amplitud más allá de lo acústico se había convertido en uno más de sus vicios cotidianos.

En estos años de subjetiva soledad había descubierto distintas formas de silencio, de infinidad de tipos, entonaciones y colores. Con el tiempo, la interpretación y la práctica , ya empezaba a reconocerlos a cada uno, a diferenciar y apreciar el canto de los diferentes sonidos sordos.  Por supuesto,  había todo tipo de silencios,  de fuga, de retroceso, también de lucha y de olvido.

Algunos silencios incluso los acababa saboreando,  le protegían, se esforzaba en empaparse de ellos, otros silencios eran trágicos claro, y evocaban pedacitos de un pasado y un futuro peor.

Acababa de comprar un nuevo cuaderno de escribir convencido en que era un paso indispensable para ahora sí, empezar su nueva vida, y lo había estrenado con un encabezado escrito muy despacio y con su mejor letra, con el cuidado y el mimo con el que se hacen las firmas más importantes.

“Estoy preparado para VIVIR con mayúsculas, estoy listo para resistir y vencer cualquier tormenta,  porque solo soy yo, si lo soy luchando”.

Sentía que su  reciente e íntima relación con la soledad de la nada sonora, le abrigaba en alguna medida del frio real y el imaginario,  del eterno retorno a las contradicciones, a los errores,  a la hipocresía general, a las mentiras propias y ajenas y a otros escombros interestelares.

Acto 2:Y entonces ella

Y aún sin terminar de asumirse del todo en su nueva, psicótica y casi cómoda existencia,  de nuevo se encontraron sin apenas buscarse: Él y sus silencios de colores claro,  ella y el temporal que la acompaña,  la luz de su piel y  el sonido agreste de sus besos. Y así, es como fueron combatiendo de poco a poco juntos los silencios de ambos, los individuales y de paso también los corporativos.

Ella parecía representar el silencio de su propia ausencia, y a él,  llegados a este punto, le costaba bastante representar algo  más  que las orgullosas cicatrices que quedaban de sí mismo.

Aún con todo, entre silencios, soledades y miedos, y con la perspectiva del fracaso y la derrota en ciernes resoplando en la nuca de los ambos, fueron recorriéndose con la paciencia y el cariño de un joven cirujano que opera a su padre.  Resolviendo silencios mutuos, acariciando inseguridades, besando heridas y sobretodo mirándose y mirándose,  sin más aspiración que la de ver juntas a dos bobas asustadas y cada vez menos silenciosas.

Y a partir de ese momento, y aún hoy, pasados varios años sin oirse, él, antiguo fiel amante del silencio, siempre estuvo ya  celoso de su voz, de su música y de las noches de ambos en doubly
surround.

Y ahora es cuando lo entiende todo, ella no era la ausente, si no la ausencia.


J.León
 

#YoTambiénSoyCANDIdata

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