miércoles, 3 de marzo de 2010

La generación en crisis (*)

(*) Un articulillo que hemos realizado entre Rodrigo y yo mismo, para el primer número del fanzine de la Plataforma Antifascista de Cartagena

La generación en crisis


El sistema capitalista es un modo de producción que está en crisis desde su nacimiento, allá por la revolución industrial, ya que desde sus orígenes ha sido necesario que una clase poseedora de los medios
de producción y servicios (tecnología, propiedades inmuebles, muebles y fuerza de trabajo), dependiera de otra clase, la obrera y desposeída, destinada históricamente a aniquilarla.

Los poseedores inaugurarán una nueva época de desarrollo sin límites pero al mismo tiempo darán nombre a su antagonismo de clase, la clase obrera, la hija de su propio explotador.
Los trabajadores son esa parte de los medios de producción a la que se denomina fuerza de trabajo como si no fuera fruto de una habilidad humana, como si se hablara de una máquina que se pone en marcha y comienza a producir; y en parte es verdad, ya que esta nueva forma de producir bienes y servicios se basa en la sustracción del objeto producido de su verdadero productor, el trabajador o la trabajadora, que únicamente posee su fuerza de trabajo, y también en la alienación que provoca que las mayorías obreras y los campesinos sin tierra, asumieran que los medios de producción sean propiedad y estén dirigidos por una clase dirigente poseedora de casi todo, y con el futuro de “los más en sus manos”.

Pero la alienación ideológica no sólo afecta a las clases populares, sino que también hacen mella en clases que han sido históricamente reaccionarias como los pequeños comerciantes, los profesionales, los terratenientes, entre otras, que acaban aliándose a las clases poseedoras y productoras. a través de prebendas, chantajes y falsas esperanzas.

El devorador insaciable de recursos de todo tipo que es el engranaje capitalista, representado y dirigido por la clase dirigente terminará siempre por “desterrar del paraíso”a sus aliados para convertirlos en lo único que en realidad necesita, mano de obra, trabajadores, asalariados o subcontratados para satisfacer sus infinitas necesidades.

Ésta ha sido la historia hasta ahora, la historia de una guerra insaciable entre dos clases enfrentadas, “unas veces veladas y otras abierta y sin cuartel”, la historia de la lucha de clases, a la que se dio por muerta a mediados de los años 90 por un ya tristemente célebre Fukuyama, uno de los padres del neoliberalismo y teórico del “si Marx decía que la lucha de clases es el motor de la historia, ésta se ha acabado”.

Pero esto nunca fue así, los trabajadores (en peores o mejores circunstancias) siempre se organizaron, construyeron sindicatos y organizaciones políticas en defensa de los intereses de las mayorías.
Fue la clase obrera quien experimentó también a lo largo de la historia el cooperativismo, las luchas de liberación nacional, nuevos métodos de organización, movimientos huelguísticos, trabajadores despedidos, boicot a fábricas, etc… la historia de la lucha de clases nunca terminó, es más, todavía está en tiempos de crisis en pleno vigor. Cuando la clase obrera ve peligrar su medio de vida se convierte en un potencial sujeto revolucionario que defiende con garras su futuro, lo único de lo que en realidad es poseedor.

El problema llega cuando la tradición de lucha se interrumpe, deja de seguir su curso y falla dentro del proceso de aprendizaje; fallo, surgido del desarraigo de clase fruto de la alienación ideológica del poder.

Cuando la clase obrera, desmoralizada, siente que ha llegado al tope posible de sus conquistas, que ya ha sido suficiente la sangre derramada y que no vale la pena la lucha final por el control y la conquista del poder político aparece el acomodamiento, el estancamiento y el bloqueo (aparece una época de relativa paz social). En realidad el poder se fortalece y se rearma para dividir a la clase obrera, se la engaña para que crea que son clase media, intentan desprestigiar la cultura popular y empañar la larga historia de luchas que fueron de las que florecieron la educación universal, la sanidad pública y los derechos universales e irrenunciables de los seres humanos, la dignidad colectiva se puso en peligro con el estancamiento del movimiento obrero.

En esta situación las siguientes generaciones crecen ajenas a las sangrientas luchas de antaño; luchas vividas por sus abuelos y padres, historias del abuelo cebolleta (piensan los jóvenes), crecen beneficiándose de las conquistas de sus mayores sin saberlo y con todo lujo de comodidades que sus progenitores no conocieron, jóvenes hijos de obreros que acceden a las nuevas tecnologías, y caras modas estéticas diseñadas por la cultura dominante para fraccionar a los hijos de la clase, extranjeros e hijos de extranjeros se mezclan con los jóvenes desclasados hijos de la falsa clase media, eso sí, en suburbios obreros donde estallan los brotes de racismo y xenofobia.

En definitiva, hay toda una generación que ha accedido a refrendar el contrato de pasividad ya firmado por sus padres, ¿pero pasividad a cambio de qué? A cambio de “chucherías” materiales; coches último modelo, tecnología punta, ropa, tele, despreocupación, trabajos basura…

Pues bien, este contrato está destinado a autodestruirse ya que el poder, los poderosos, nunca cumplieron sus tratos, los poderosos al final siempre quisieron más y los derechos públicos conquistados por la engañada clase obrera PUEDEN ENGORDAR MUCHO MÁS SU TASA DE GANANCIA.

Especulación, precarización, flexiseguridad, neoliberalismo, postfordismo, temporalidad, abaratamiento de costes, etc… son lobos disfrazados de ovejas, son intenciones claras de privatizar los sectores públicos, lo que construye y de lo que vive la adormecida clase obrera laboriosamente como una hormiguita incauta, que no sabe que la guijarra explotadora está esperando a que termine su labor para apropiarse de TODO de lo que nunca fue participe. La guijarra odia lo público porque da un servicio que no la enriquece, por ello, la guijarra lucha para hacerse con lo publico transformarlo en privado y enriquecerse con un derecho construido con siglos de sangre… la guijarra, el burgués, el poseedor siempre se apropió de todo aquello que no tenía dueño, el nuevo régimen con sus revoluciones liberales pusieron cercas al mundo (la humanidad sometió al mundo sí) y derrumbaron las propiedades colectivas, además de las propiedades eclesiásticas y aristocráticas, para convertirlas en monopólios u oligopolios agrarios, industriales y financieros.

Los jóvenes, los hijos de los luchadores engañados y los hijos de los inmigrantes sobreexplotados, son una generación en crisis. Son generación en crisis porque asumen hasta las contradicciones más inmundas del sistema capitalista; se adormecen embriagados por las drogas, consumen lo último en modas estéticas y culturales elaboradas a medida de un mercado cada vez más “transgresivo y rebelde”, asumen sin indignación las malas condiciones laborales siendo peores que las de sus propios padres, nunca conocieron el calor de la ORGANIZACIÓN y la LUCHA, sufren enfermedades psicológicas nacidas de las miserias y de las inseguridades que genera la libre competencia y el sueño “mañana el rico puedes serlo tú”.

La generación en crisis se alimenta de ideología envenenada y adulterada que lucha contra la educación que tristemente intentó trasladarle unos valores y ¿unos conocimientos que podrían estar escritos por el poder! Pero que sus páginas estaban manchadas de la sangre salpicada de millones de batallas libradas por la lucha de clases.

Una generación vacía, envenenada, triste, aburrida, consumista, individualista, potencialmente insolidaria, xenófoba, destructiva y autodestructiva, agresiva y degenerada, sin valores, sin ideologías, DESARRAIGADA DE CLASE, de la clase obrera.
Una generación así cuando se indigna solo provoca destrucción y desolación, marginalidad y miedo, ignorancia, terror y fascismo.

Pero de la desolación siempre nacerá la esperanza, de la generación en crisis volverá a surgir la clase obrera, tan solo construyendo la organización y plantando la bandera de la justicia, un día renacerá la Lucha, la LUCHA.


“Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.” Miguel Hernández (fragmento de “vientos del pueblo me llevan”).

Por Rodrigo y León

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy bueno, deberíais mandarlo para que os lo publiquen en más sitios. Salud

L3óN dijo...

Gracias por la parte que me toca ;) pero creo q no es pa tanto