miércoles, 16 de febrero de 2011

Desempleo, precariedad y temporalidad para los jóvenes: Y frente a esto ¿qué hacer?

Somos 7.616.000 jóvenes entre 16 y 29 años en el estado español, el 19,79% de la población. De estos más de siete millones y medio de jóvenes, solo 2. 062.000 están emancipadas y emancipados, es decir, tienen recursos económicos propios, un espacio físico propio y constituyen una unidad de convivencia propia. De estos jóvenes 4.095.000 son población activa, trabajan o están buscando trabajo (65%). De éstos, poco más de 4 millones, 1.566.000 están en paro (31,64%), y 2.529.000 están trabajando, bajo unos índices de temporalidad del 47%.

La situación, como todas y todos sabemos, es más que complicada. Si eres menor de 29 años, y mayor de 16 y resides entre Los Pirineos y Algeciras tienes muchas posibilidades de ser una joven o un joven que vive en casa de sus padres (7 de cada 10), en situación de desempleo (3 de cada 10) o con un empleo en precario (1 de cada 2).

¿Esta situación ha sido provocada por la crisis? Rotundamente no. La crisis ha podido acentuarla, pero la situación de precariedad de la juventud era también característica en los años de bonanza. Si analizamos los datos anteriores a la crisis, vemos que en 2006 el 59,7% de la juventud tenía trabajo (las condiciones de esta trabajo son tema aparte), mientras que en 2010 este dato ha descendido hasta el 44,43%, (de 6 de cada 10 jóvenes en 2006 a 4 de cada 10 en 2010). ¿Dónde están esos dos jóvenes de diferencia? En el paro, que se ha disparado de un 12,8% en 2006 a un 31, 64% en 2010. Esta brutal variación tiene su explicación en el año 2008 y 2009, en los que el número de paradas y parados jóvenes se incrementa en un 43% y un 46% respectivamente sobre el año anterior. En el 2007 el número de paradas y parados entre la juventud era de 738.000 y en 2009 era de 1.541.000, llegando hasta 1.566.000 en 2010.

Pero como se explicaba, la situación anterior a la crisis no era el paraíso terrenal para las y los jóvenes. Fijémonos en la temporalidad, otro de los elementos característicos de la precariedad. Si ya es preocupante, y definitoria, la tasa de temporalidad actual, que se sitúa en un 47%, la de 2006, anterior a la crisis, lo era aún más. De toda la juventud que trabajaba, más del 56% tenía contrato temporal.

¿Qué hay detrás de la temporalidad? Bajos salarios, inestabilidad en el empleo, provocada por el frecuente cambio de trabajo, imposibilidad de desarrollar proyectos de vida, falta de derechos. Una situación muy separada de la negociación colectiva, de los derechos laborales, del trabajo digno. Una situación que sitúa a la mayoría de las y los jóvenes en los márgenes del sistema, alejados y alejadas cada vez más de unas expectativas de vida que mejoren su situación en relación a la generación anterior. Somos la primera generación que vive y vivirá en peores condiciones que sus padres y madres.

Como podemos ver, la balanza de la precariedad se inclina ahora del lado del desempleo, mientras en años anteriores los que pesaba más era la temporalidad. Porque paro y precariedad son nuestras crisis permanentes.

¿Y qué pasa en otros países? Aunque la situación también está caracterizada por unos altos índices de paro, el estado español se lleva la palma. Comparando datos de Eurostat, para un intervalo de edad comprendido entre los 15 y los 24 años, el estado español esta situado en primera posición en cuestión al desempleo. Mientras que Holanda y Alemania no superan el 9%, Dinamarca se sitúa en el 16%, Francia y Portugal tienen un 24 y 22 por ciento respectivamente, incluso la recién “rescatada” Irlanda, con un 28%, España alcanza un 43,6%, lo que la sitúa muy por encima de la media UE15 (20,5%).

Para datos de temporalidad, en esta misma franja de edad, nuestro entorno está mucho más cerca a la situación de España (62%). Alemania alcanza el 56,5%, Francia el 57,1%, Italia el 48,3%, o Portugal 54,6%, situándose la media de la UE15 en el 53,4%. Tras esta realidad subyace lo que algunas sociólogas y sociólogos denominan “la crisis del empleo”. Una tendencia generalizada en las economías industrializadas desde lo que caracterizó al pacto keynesiano, estabilidad y seguridad en el empleo y mejora de derechos, hacia la precariedad en el mismo, convirtiéndose ésta en la norma social.
¿Y qué ha hecho que España esté a la cabeza? La situación descrita en los párrafos anteriores demuestra que la problemática tiene profundas raíces, a las que los gobiernos de turno en las tres últimas décadas no han hecho más que enfrentarse a través de la receta neoliberal, recortando derechos adquiridos a la clase trabajadora y flexibilizando el mercado de trabajo. Se ha obviado intencionadamente que el foco del problema reside en la estructura productiva: el sol, la playa y el ladrillo necesita de jóvenes trabajadoras precarias y precarios descualificadas y descualificados. Si a eso añadimos un modelo educativo cada vez más excluyente, con menos recursos y con unos conocimientos devaluados, tenemos como resultado un tierra fértil para el crecimiento y reproducción de la precariedad en todas sus formas y expresiones.

El problema de la temporalidad tiene largo recorrido. La reforma laboral del 84, abre “la veda” a la contratación temporal, con el argumento de la lucha contra el paro. Aunque a partir del 94, cuando ya la temporalidad está desbocada (en torno al 30%) , las siguientes reformas laborales intentan limitar de forma tibia esta contratación temporal, el resultado ha sido nulo, ya que las tasas de temporalidad han permanecido en torno al 30%, triplicando las tasas europeas.
La última reforma laboral no hace sino incidir en esta tendencia, de enquistamiento en la temporalidad, de recorte de derechos de las trabajadoras y trabajadores y, por tanto, de reproducción del modelo de trabajo precario, para la juventud y para todas las trabajadoras y trabajadores.

Y frente a esto, ¿qué hacer?.
La juventud tiene la responsabilidad histórica de ser el motor de la lucha, la situación que hemos descrito, evidencian una poderes públicos que no han sabido o querido dar respuestas a las necesidades más acuciantes de la juventud, sino que al contrario han optado por terminar de desmantelar lo que quedaba del “estado del bienestar”, y someter especialmente a los y las jóvenes, a una precarización de sus condiciones de vida (empleo precario, PARO, inaccesibilidad a una vivienda, educación y otros servicios públicos en fase de privatización…), a través de las reformas más neoliberales que se recuerdan.

Son muchos los ámbitos en que las contrareformas, y la propia crisis sistémica capitalista afectan de forma muy particular a la juventud. La progresiva privatización encubierta de la educación superior consagrada con el llamado Proceso de Bolonia y la Estrategia de Universidad 2015, es otro buen ejemplo.

Como vincular las reivindicaciones concretas del estudiantado, con el proceso de movilización sostenida de la clase contra “el ajuste neoliberal”, es uno de los principales retos a los que tenemos que enfrentarnos la izquierda anticapitalista y revolucionaria en general, y el movimiento estudiantil en particular, en las próximas semanas y meses.

En la actual coyuntura política y ante la posición de los sindicatos de clase, y si queremos aumentar el grado del conflicto social, es insoslayable ir sumando sectores en lucha al proceso convergente de la clase contra las reformas.

Esto supone, seguir intensificando nuestra influencia político-social sobre todo, entre las asociaciones estudiantiles y en el sindicato, pero también vertebrar a los desempleados y desempleadas, e ir haciendo converger a los sectores implicados en las huelgas regionales/nacionales, de sector, y las luchas concretas, conforme se sumen sectores afectados por las reformas, al conflicto general contras las políticas de contención de gasto público tuteladas por los sectores más reaccionarios de la UE.

Al respecto, la hoja de ruta de los y las comunistas debe constituirse, como mínimo, en torno a estos 3 ejes:

La identificación de los verdaderos culpables de la crisis capitalista, el aumento de nuestra influencia en CCOO y en el movimiento estudiantil, y la organización del proceso de movilización sostenida -que incluya la convocatoria de una nueva Huelga General-, que conecte, vincule y vertebre las diferentes luchas parciales, en una respuesta de clase de carácter masivo, estatal y unitario.
Que nadie tenga ninguna duda, de que en los centros de estudio, los y las jóvenes están calentando motores para la organización y la defensa durante 2011 de sus más elementales derechos.

No existe ninguna “generación perdida”, ni generación “ni-ni”, lo que existe es un Estado que no garantiza los derechos a la juventud, que no los escucha y no ofrece espacios para la intervención de la juventud, ni para la elaboración colectiva, que por el contrario los esclaviza y humilla en trabajos precarios y sin derechos, y los condena a la apatía y la resignación, ante la imposibilidad de la planificación de un proyecto vital.

Como dijo nuestro camarada Marcelino Camacho, “… nunca nos regalaron nada, siempre hubo que conquistarlo todo”. Y eso, precisamente encomendamos a la juventud comunista, a las jóvenes mujeres, a los y las jóvenes migrantes, a conquistarlo t


Clara Alonso y José León son miembros del Comité Central de la Unión de Juventudes Comunistas de España.
Para el nº233 Febrero 2011 de Mundo Obrero.

2 comentarios:

Cristina dijo...

A la sociedad le encanta culparnos de todos los males en general.
Si no quieres cobrar 600 euros por trabajar 12 horas diarias más festivos, resulta que eres un vago y que no sabes lo que cuesta ganar el dinero. ¿No será que no me da la gana de engrosar las listas de explotados por empresarios sin escrúpulos?

Ediciones Páralo dijo...

¿Qué hacer? Esa gran pregunta, con cambiantes respuestas ... ¡siempre estará ahí!